«Mi equipo trabaja duro, entrega resultados… pero siento que estamos remando en otra dirección.»
Hace unas semanas, en un café con un cliente, me soltó esta frase con un suspiro de frustración:
💬 «Nos piden cosas nuevas todo el tiempo, pero nunca queda claro qué es realmente prioritario. Hay demasiado lío y así no hay quién pueda mantener motivado al equipo.»
Lo vi en su cara: cansancio, incertidumbre,y esa sensación de estar haciendo mucho… pero avanzando poco.
😓 Es como remar con todas tus fuerzas, pero sin saber si el bote va en la dirección correcta.
¿Te suena?
Este es uno de los conflictos más dañinos en cualquier organización:
cuando las prioridades del equipo no están alineadas con los objetivos del negocio.
📌 El problema no es solo de comunicación. Es de dirección.
Puedes tener un equipo motivado, productivo y comprometido…
y aún así, que esté trabajando en lo equivocado.
❌ Cuando todo es prioritario, nada lo es.
Cuando esto pasa, la frustración aparece en todos lados:
⚠️ El equipo siente que su trabajo no tiene impacto real.
⚠️ Los líderes piensan que su equipo “no entiende las prioridades”.
⚠️ La empresa avanza, pero, ¿hacia dónde?
📉 El resultado: confusión, desgaste y desconexión.
💡 El error de pensar que «todo es prioritario»
He visto equipos donde cada semana aparecen nuevas prioridades urgentes, pero nunca quitan nada del backlog.
🔹 Resultado: frustración y pérdida de foco.
Porque si TODO es prioritario, NADA lo es.
Los equipos trabajan en lo que creen importante, pero no en lo que realmente impacta el negocio.
🎯 Las expectativas cambian constantemente, generando incertidumbre.
🎯 Los managers se sienten atrapados entre la presión del equipo y las demandas del negocio.
📌 La solución no es hacer más reuniones. Es mejorar la claridad.
📌 Cómo alinear al equipo sin perder autonomía
1️⃣ Traduce los objetivos de negocio a un lenguaje claro
Los objetivos de la empresa suelen ser demasiado abstractos para los equipos.
❌ No digas:
«Queremos ser líderes del mercado.» → (¿Y qué significa eso para mi equipo?)
✅ En su lugar di:
«Nuestra prioridad este trimestre es reducir el churn en un 15% mejorando la experiencia del usuario.»
💡 Cuanto más claro sea el objetivo, más fácil será alinear esfuerzos.
2️⃣ Define qué es prioritario (y qué NO lo es)
No basta con decir qué es importante. Hay que decir qué NO lo es.
❌ No digas:
«Todo es importante.»
✅ En su lugar di:
«Nuestro foco es A y B. Si algo no contribuye a eso, lo aplazamos.»
💡 Un equipo alineado no es el que hace más cosas, sino el que hace las correctas.
3️⃣ No asumas que el equipo entiende el «por qué»
Si los objetivos cambian, explícalo.
❌ No digas:
«Vamos a priorizar esta nueva iniciativa.»
✅ En su lugar di:
«Hemos detectado que esta iniciativa puede reducir costes en un 20%, por eso vamos a priorizarla por encima de las demás.»
💡 Si la gente entiende el propósito detrás de una decisión, la ejecutará mejor.
4️⃣ Haz seguimientos frecuentes, pero sin microgestionar
La alineación no es un «one-shot», es un proceso continuo.
No basta con definir prioridades una vez y asumir que todos las recordarán tres meses después.
👀 Puedes tener:
🎯 Revisión semanal → 10 min para recordar qué es lo importante.
🎯 Retro trimestral → Evaluar si las prioridades siguen siendo las mismas o hay que reajustar.
💡 El problema no es cambiar de rumbo. Es no avisar que lo hiciste.
📌 Un pequeño cambio que cambió todo
Volviendo al manager del inicio…
Finalmente, le convencí para hacer un pequeño ajuste:
✅ Dedicar cada lunes 10 minutos a recordar al equipo cuál era la prioridad de la semana y por qué.
Parece algo mínimo. Pero el impacto fue enorme:
🔹 El equipo dejó de sentir que trabajaba «en el aire».
🔹 Los objetivos dejaron de parecer caprichos.
🔹 Las conversaciones pasaron de reactivas a estratégicas.
Porque cuando equipo y empresa están alineados, el trabajo deja de sentirse como un esfuerzo perdido y se convierte en progreso real.
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